Mostrando entradas con la etiqueta Monterrey. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Monterrey. Mostrar todas las entradas

miércoles, 14 de septiembre de 2011

La defensa de Carlos Marín a Larrazábal


Lo grave de la columna de hoy del director editorial de Milenio no es el pequeñito y, desde luego, absolutamente perdonable error ortográfico en el título de su columna (le falta la tilde a la segunda “a” de “Larrazábal”) “¿Estalinazo ¡del PAN! contra Larrazábal? http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9025917.

Nadie es perfecto, ni Carlos Marín ni los editores y correctores del diario que él dirige. Así que no hagamos mayor escándalo por esa falta, que ojalá corrijan al menos en su edición de internet.

Lo lamentable de esa columna es otra cosa: la defensa que hace el señor Marín del presidente municipal de Monterrey cuyo hermano Jonás y sus principales colaboradores han sido exhibidos en videos recibiendo dinero de parte de directivos de los casinos.

Aunque es muy breve la columna de Marín, pierde más o menos el 20% de la misma en una disquisición intelectual con la que su autor, seguramente, quiso presentarse a sí mismo como un erudito, lo que claramente no ha logrado. Don Carlos más bien ha quedado como el clásico presumido. El arranque de su texto no me dejará mentir:

“Por variadas, contrapuestas e irreconciliables que sean, las ideologías se diluyen y convierten en una sola, despreciable práctica política: la del extremismo. Los extremos se tocan, y por eso no hay diferencias sustantivas en regímenes totalitarios, como no las hubo, para efectos prácticos, entre los falangistas de Franco, los fascistas de Mussolini, los nacionalsocialistas de Hitler o los comunistas de Stalin”.

A partir de ahí, Marín pone en duda la solidez de las imágenes que exhibieron a Jonás Larrazábal, ya que según el directivo de Milenio el hermano del alcalde no recibió 400 mil pesos, como se dijo en la nota de Reforma, sino solo 12 mil. ¿Y cómo le hizo Carlos Marín para contar ese dinero?

A partir de esa reducción al moche (como si solo recibir en forma ilegal 12 mil pesos, y no 400 mil, le diera valor moral al asunto), Carlos Marín cuestiona a “los extremistas del CEN del PAN”  que se han atrevido a exigir a Fernando Larrazábal que pida licencia a su cargo de presidente municipal regiomontano.

Ya después, Marín hace suya la principal tesis de la defensa de Larrazábal para ganar tiempo (al que, se sabe, asesora Diego Fernández de Cevallos): que el PAN, antes de castigarlo, lo escuche. Por favor. Si todo el mundo ha escuchado a Larrazábal decir que él, por más evidencia que se acumule en contrario, nada tiene que ver con los irregulares casinos que han florecido durante su periodo en Monterrey.

La duda que me asalta es por qué, de pronto, Carlos Marín y los otros periodistas de Milenio se han puesto a defender a Larrazábal. ¿Por qué será? ¿Por amor al queso Oaxaca? ¿Por algo más? 

martes, 13 de septiembre de 2011

¿Ha fracasado la #CaravanaSur?


Leyendo la columna que hoy publica Gustavo Sánchez (@gust_sanchez) en SDPnoticias.com, realmente me preocupo y me entristezco. Es que, de nuevo, estamos ante otra irrefutable evidencia de que en México nunca pasa nada, nada positivo en términos de cambio social al menos, y de que es imposible que se consoliden los liderazgos limpios y sin los lastres de la política como el del poeta Javier Sicilia.

“Así están las cosas”, dice Gustavo Sánchez: “La Caravana se ha vuelto, dicho está, como cubrir misas a las que le ha faltado mucho al sermón del padre, más acompañamiento de feligreses y una pizca de arrepentimiento”. Esto significa que a la segunda caravana de Sicilia le han hecho falta seguidores y discursos novedosos. De ahí que no haya logrado ni la décima parte de la atención que tuvo la primera.

La culpa es de los medios, desde luego, a los que ya no les parece sorprendente y, por lo mismo, ya no consideran noticioso el mensaje bien estructurado y hasta bello y poético de Javier Sicilia. Pero así son los medios que, en todo el mundo, suelen poner la atención en lo llamativo y no en lo importante. Como hombre que ha dedicado su vida a las redacciones, Sicilia debería saberlo y, por lo tanto, buscar fórmulas para resolver el problema. No digo que no las haya buscado, pero es un hecho que no las ha encontrado.

Ahora bien, si el movimiento del poeta se ha “desinflado” también es culpa del propio poeta. Sin criticar sus razones que lo llevaron a pasar una temporada en Europa visitando a su hija y a su nieto, Javier Sicilia no estuvo en México cuando ocurrió el hecho violento que mayor impacto ha tenido en nuestra sociedad y que, es un hecho, mayor difusión tuvo en el mundo: el ataque al Casino Royale de Monterrey que dejó más de 50 muertos y cuyas consecuencias todavía no alcanzamos a entender.

El líder de las víctimas no estuvo en Monterrey cuando debió haber estado presente. Pudo haber regresado antes a México para apersonarse en el Casino Royale, pero no lo hizo. Y ya en el país, pudo haber retrasado un día su gira al sur para visitar en Monterrey a los familiares de los muertos, pero no lo hizo.

Al poeta le faltaron reflejos. Le sigue sobrando buena voluntad y carisma, pero no bastan para consolidar un liderazgo.

Javier Sicilia tal vez dirá que él no puede actuar en función de la coyuntura, sino basado en un plan y en una estrategia bien pensada. Si eso dice o piensa, se equivoca. Porque Sicilia es, nadie puede dudarlo, un producto de la coyuntura: sin la tragedia personal que lo atrapó, él no sería el líder que actualmente es.

Supongo que, en algún momento después de que concluya la #CaravanaSur, Sicilia recordará que el peor acto de barbarie de la guerra perdida de Calderón ocurrió en Monterrey y procederá a estar en esa ciudad en la que, cuando fue atacado el Casino Royale, su presencia hizo falta. Pero no sé si su presencia ahí, después de tanto tiempo, siga siendo imprescindible.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Rémora Larrazábal, Lastre Moreira, Estorbo Bejarano


He ahí los grandes pasivos en las contabilidades electorales de nuestros tres principales partidos políticos.

Leo en el diccionario de la Real Academia Española que rémora es “una cosa que detiene, embarga o suspende”.

Eso es, ni más ni menos, Fernando Larrazábal para el PAN. Porque, no hay duda, cuánto daña al PAN el presidente municipal de Monterrey,  sobre todo debido a que, en mala hora, Felipe Calderón le pidió que coordinara, en Nuevo León, la precampaña presidencial del secretario de Hacienda, Ernesto Cordero.

Por lo anterior a los líderes de Acción Nacional les urge que Larrazábal deje su cargo. El cínico alcalde lo sabe, y no puede tener la menor duda de que, sin el apoyo de su partido, está perdido. Pero, provocando males mayores, insiste en recurrir a trucos baratos como el de una “consulta” para ver si logra, a última hora, salvar el pellejo.

Buena parte de la suerte electoral de Acción Nacional antes del arranque formal de los comicios presidenciales dependerá de la velocidad con que los albiazules se deshagan de esa rémora.

En el PRI, por su parte, si bien el escándalo de Larrazábal y el Casino Royale le ha quitado atención al gran lastre tricolor, Humberto Moreira, en cualquier momento resurgirá el escándalo financiero provocado por la enorme deuda que este exgobernador de Coahuila dejó y que pudo consolidar porque engañó por igual a la Secretaría de Hacienda, a las agencias calificadoras y a los bancos.

El actual presidente nacional del Partido Revolucionario Institucional  tendrá que renunciar si no quiere disminuir él mismo las posibilidades electorales de quien, con certeza, será el candidato presidencial del priismo, Enrique Peña Nieto. Porque, evidentemente, si es grave la corrupción del alcalde de Monterrey, lo realizado por Moreira hasta podría ser peor ya que comprometió, durante generaciones, el erario coahuilense, lo que hizo, insisto, con engaños, de mala fe, tramposamente.

El PRD también tiene a su estorbo, el poderosísimo líder social capitalino René Bejarano, del que dependen las movilizaciones masivas en la Ciudad de México.

Nadie en el perredismo se atreve a ir contra Bejarano, o contra su esposa, Dolores Padierna, porque son los que manejan, evidentemente con métodos poco democráticos, a los grupos populares que representan la principal reserva de votos de la izquierda mexicana.

Pero si Bejarano da algunos cientos de miles de sufragios en el Distrito Federal, quita muchos más a nivel nacional por causa de los videoescándalos de 2004 en los que a él se le descubrió recibiendo fuertes cantidades de dinero en efectivo de parte del impresentable empresario de origen argentino Carlos Ahumada.

Lo triste para el PRD es que si, por una parte, en el PAN ya están exigiendo la renuncia de Larrazábal, y si en el PRI no se dudará en echar a Moreira si este llega a convertirse en un obstáculo mayor para Peña Nieto, no hay nadie capaz en el perredismo de hacer a un lado a Bejarano quien no solo controla, a través de su esposa, la segunda posición más importante en el Partido de la Revolución Democrática, sino que está buscando quedarse, a través de Laura Velázquez, con el GDF.

martes, 6 de septiembre de 2011

Larrazábal, un lastre para el PAN

Cuando empezaba a publicar mis columnas en http://www.sdpnoticias.com/ firmé una en la que decía que los izquierdistas radicales o extremistas del tipo de Gerardo Fernández Noroña eran un lastre para el movimiento de Andrés Manuel López Obrador.

Los seguidores de Noroña me criticaron bastante y hasta recibí no pocas ofensas por mencionar eso que es, desde mi forma de ver el mundo de la política, una gran verdad.

Más de un año después, sigo pensando lo mismo y creo que las encuestas no me dejan mentir.

Y es que si bien la popularidad de AMLO es elevada, continúa con importantes niveles de rechazo que le impiden crecer lo que le hace falta para alcanzar al líder entre los presidenciables, Enrique Peña Nieto.

Tales niveles de rechazo los fortalecen las actitudes excesivamente agresivas de algunos personajes que, como Noroña (pero no es el único) han hecho del ataque a los valores de las clases medias (empresariales, burgueses) su estilo de debate.

Claro está, también el PRI y el PAN tienen sus lastres.

En el priismo el principal pasivo se llama Humberto Moreira, líder nacional del partido. Él cuando fue gobernador lo hizo tan mal, y además recurrió al engaño para el manejo de la deuda de Coahuila, que en cuanto pase la tormenta del Casino Royale de Monterrey volverá a estar en el centro de las críticas que, evidentemente, no podrá eludir.

Es un hecho que si Peña Nieto quiere minimizar el riesgo de un tropezón que lo ponga fuera de combate en la carrera presidencial, tendrá que exigir a Moreira que se haga a un lado porque, sin duda, es más lo que estorba que lo que ayuda.

Pero los actuales son tiempos del Casino Royale y del político que es el principal lastre para el PAN, Fernando Larrazábal, alcalde de Monterrey.

No solo porque es uno de los principales operadores electorales de Felipe Calderón en Nuevo León, sino sobre todo porque se había convertido en el coordinador de la precampaña presidencial del secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, Larrazábal debe irse de inmediato para no dañar más a su partido.

Sé que en el PAN analizan con todo cuidado qué hacer con Larrazábal. En mi opinión, si los panistas quieren volver a tener posibilidades electorales de éxito, tendrán que obligarlo que renuncie a la alcaldía regiomontana y a que se retire, por un largo periodo, del partido.

lunes, 5 de septiembre de 2011

De corrupción, 'quesogate' y Jorge Fernández


Jorge Fernández Menéndez, importante periodista. Lo respeto por su trabajo de tantos años en El Financiero, Milenio y, actualmente, Excélsior y el grupo radiofónico Imagen. Hoy lunes he leído su columna en el diario propiedad de los Olegarios, Vázquez Raña y Vázquez Aldir, dos empresarios prósperos dueños también de la cadena hotelera Camino Real y de los hospitales Ángeles.

“En toda esta historia hay demasiada suciedad y si se quiere recuperar la confianza, la verdad debe salir a flote”, dice Jorge Fernández. Nada más cierto que eso. Frase que puede referirse al estado generalizado en el que hoy todo el país vive.

Ha hablado el señor Fernández Menéndez de la lucha política que hoy está librando la ciudad de Monterrey, la batalla por la seguridad y el problema del estado que es la corrupción. Tiene razón en su diagnóstico y en parte de sus conclusiones. Pero el columnista de Excélsior falla en algo, y lo voy a decir aquí.

Fernández Menéndez afirma que “el problema endémico en Monterrey y en buena parte del estado de Nuevo León es la corrupción. Por corrupción se dejó vivir a las familias de los principales cárteles en el pasado; por corrupción se dejó entrar a Los Zetas a operar en la ciudad; por corrupción, buena parte de las corporaciones policiales locales terminaron trabajando para los criminales; por corrupción, la ciudad está invadida de casinos y giros negros. La Monterrey de don Eugenio Garza Sada y de tantos hombres y mujeres de bien, que construyeron su capital y el bienestar de la región con su trabajo y esfuerzo, ha terminado ensombrecida por políticos de todo nivel y pillos de primera, segunda y tercera categoría, que terminaron aliándose con grupos criminales de todo tipo, amparados precisamente en la prosperidad de la ciudad y lucrando con ella.”

Hasta ahí, el diagnóstico de Fernández Menéndez es impecable y sus conclusiones valiosas. Pero estas últimas, en mi opinión se quedan cortas, están inacabadas, incompletas. No llega el columnista al fondo del problema. Lo cito de nuevo, dice en su columna que lo más destacado “fue el énfasis que puso el presidente Calderón en el tema Monterrey, su insistencia en la corrupción que sufren la ciudad y el estado y lo terminante que fue en su compromiso para acabar con las mafias, pero también con la corrupción cuando se dé en cualquiera de los niveles de gobierno.”

Se requieren reformas estructurales, sí. Pero creo que don Jorge utiliza las ideas que ya han sido agotadas para muchos de nosotros, la mayoría cansados de tanta violencia a la que estamos sujetos. Las propuestas de Felipe Calderón son, indudablemente, por un lado insuficientes y que, por otra parte, se han diseñado con el único propósito de fortalecer un sistema político, el dominado por el PRI y el PAN, fundado en la corrupción, la hija mayor del autoritarismo y del fraude electoral.

Si no se revuelve lo básico, que en nuestro caso es la democracia, no se eliminarán los grandes problemas. Sufragio efectivo es lo que se necesita, antes que cualquier otra cosa, para acabar con la corrupción, que es la fuente principal de la pobreza de millones y, al mismo tiempo, de la riqueza insultante de unos cuantos que han hecho sus fortunas no por emprendedores o por su talento, sino por operar protegidos por el gobierno en mercados sin competencia y en complicidad con el poder político, como es el caso del “quesogate”.
Jorge Fernández Menéndez siempre ha negado el fraude electoral de 2006. Un periodista tan importante e inteligente que no ha querido abrir los ojos. Recuerdo al Papa Urbano VIII en la época de Galileo. Negó el pontífice el movimiento de la tierra alrededor del sol y condenó al científico. Bueno, 350 años después de la muerte de Galileo, 1992, otro papa, Juan Pablo II, rehabilitó al creador de la ciencia moderna. Aunque tarde, la iglesia abrió los ojos. Institución milenaria, le dio igual hacerlo con tres siglos y medio de retraso. Ojalá Fernández Menéndez, cuya vida, como la de cualquier ser humano, será tan breve, los abra a tiempo de contribuir, ahora sí, al cambio verdadero en México que, naturalmente, no pasa por los políticos del PRI y del PAN que ese y muchos otros columnistas dan con frecuencia la impresión de venerar.

viernes, 26 de agosto de 2011

Las culpas de Creel y Fox en el Casino Royale


Durante años, políticos, comerciantes y hoteleros, defendieron la idea de que en un país como México era necesario impulsar la instalación de casinos para fomentar el turismo.

La idea era falsa porque nuestro país tenía, y tiene, atractivos de sobra como para no necesitar de casinos para agradar a los visitantes.

Los turistas nos visitaban por nuestras bellas playas, ciudades coloniales, ruinas arqueológicas y hasta por la amplia oferta de entretenimiento de la Ciudad de México.

No había necesidad de casinos. No en nuestro país. En primer lugar, por lo ya mencionado: los atractivos reales de México son otros. En segundo, por la imposibilidad de competir con centros de juego tan poderosos como Las Vegas.

En el debate mucha gente sensata se opuso a los casinos argumentando que no iban a atraer turistas, porque estos iban a seguir prefiriendo acudir a Las Vegas o, los más refinados, a Montecarlo. Y que, lo único que iba a ocurrir, iba a ser que nuestros casinos se llenaran solo de mexicanos que se iban a envilecer y a caer en las redes de la mafia.

En el sexenio de Vicente Fox, el poder político no escuchó razones y trabajó para hacer posible que México se llenara de casinos.

Fue muy polémico, y tal vez irregular, que muchas de las concesiones para casinos las entregara el entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel, a Televisa.

Así, la televisora de Emilio Azcárraga se convirtió en competidora de los grandes operadores del juego en México, como Jorge Hank Rohn.

Otra empresa de entretenimiento, CIE-Ocesa, también entró al negocio, como lo hicieron “empresarios” independientes, que han resultado ser alfiles de la mafia.

El hecho es que, por obra y gracia de una mala decisión política, México se llenó de casinos. Y ocurrió lo previsto: no llegaron los turistas que se siguen jugando en Las Vegas, y en cambio han enfermado de ludopatía a cada día más mexicanos.

Ahora la mafia, en Monterrey, incendió un casino. Por alguna venganza, seguramente. Murieron más de 50 regiomontanos, se enlutó a México y como fue una noticia que dio la vuelta al mundo, segura estoy que muchos turistas que pensaban venir a México a pesar de la guerra contra el narco, ya han cancelado su viaje o pronto lo harán.

Así que los casinos, que iban a servir para atraer turistas, los han alejado. Y todavía uno de los responsables políticos principales, el panista Santiago Creel, se atreve a buscar la Presidencia de la República. Qué cinismo.