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viernes, 14 de octubre de 2011

AMLO y su error en España


Andrés Manuel López Obrador se equivocó al ir a España a criticar a Pemex. No me parece que eso sea lo que deba hacer alguien que aspire a gobernar a México.. No por otra cosa, sino porque la ropa sucia se lava en casa.

Lo más lamentable fue la causa de la crítica de AMLO a Pemex en tierras españolas: la inversión que la petrolera mexicana hizo en Repsol y que la “mafia” de empresarios de España, apoyada por el gobierno del PSOE, ha combatido.

Estoy de acuerdo con AMLO en que puede haber, y seguramente ha habido, corrupción en las operaciones que Repsol ha realizado en México.

Estoy de acuerdo con AMLO en que no ha sido transparente, ni tal vez correcta, la actuación de Felipe Calderón relacionada con Repsol, desde que el actual inquilino de Los Pinos era secretario de Energía en el sexenio Vicente Fox.

Estoy de acuerdo con López Obrador en prácticamente todo lo que dice sobre la política energética mexicana.

Pero eso no significa el hecho de que vaya a España a hablar mal de nuestra principal empresa, que para colmo es de propiedad pública.

Porque, y es algo que ni AMLO podrá negar, si se diera el caso de que Pemex llegara a controlar a Repsol, sería una gran noticia para nuestra paraestatal.

Y eso, el control de Repsol por parte de Pemex, es algo que la mafia de políticos y empresarios de España está decidida a impedir.

Sin duda, apoyo a AMLO. Esta es una decisión que tomé ya hace bastante tiempo.

Deseo que Andrés Manuel gane la candidatura presidencial de izquierda y que mande a Ebrard y a la corriente de los chuchos del PRD al retiro anticipado.

Y, desde luego, en 2012 votaré por López Obrador.

Pero no puedo dejar de decirle a Andrés Manuel que se equivocó al ir a exhibir nuestras miserias a España.

Eso no se hace.

Carambas, no aprendemos los mexicanos a apoyarnos los unos a los otros contra los enemigos externos.

Somos como los cangrejos de la olla: ninguno sale porque en vez de apoyarse entre todos para escapar, cuando uno parece que va a lograrlo los demás lo jalan hacia abajo.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Aeropuerto capitalino: vivir en el riesgo

En el pecado estamos llevando la penitencia. Por la falta de capacidad de operación política de Vicente Fox y Santiago Creel, cuando el primero era presidente de la República y el segundo su secretario de Gobernación, no fue posible ni siquiera empezar la construcción de un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México.

La disputa burocrática, que se politizó en exceso, entre las dos posibles ubicaciones; las protestas de los que, con razón o sin ella, consideraron que se les iba a afectar con las obras, y la falta de consenso entre los actores políticos determinó que se cancelara el proyecto.

En lugar de ello, Fox optó por una remodelación del actual aeropuerto, que incluyó construir una nueva terminal (más como un negocio para alquilar locales comerciales que para mejorar el servicio a los pasajeros), pero que no incrementó ni el número ni la seguridad de las pistas de despegue y aterrizaje existentes.

Quedó tan satisfecho Fox con su “gran obra”, que al menos dos veces, ya fuera de Los Pinos, según he leído en los diarios, él ha visitado la Terminal 2, acompañado naturalmente de su esposa, Marta Sahagún, para presumir el “buen trabajo” que hizo.

Pues bien, el caso es que en el remodelado, pero viejo e ineficaz, y por lo mismo muy peligroso, aeropuerto de la Ciudad de México, hubo hace un par de días un gran apagón que desquició a la aviación nacional, ya que las operaciones en el aeropuerto capitalino se suspendieron durante horas, por cierto las de mayor tráfico que son las de la tarde/noche.

La falla fue del aeropuerto y, hoy se sabe, muchas otras cosas podrían fallar, poniendo desgraciadamente en gran riesgo a los pasajeros y aun a las familias que residen al lado de las terminales.

Marcelo Ebrard Casaubón, jefe de gobierno del Distrito Federal, maestro en el oportunismo político, rápidamente salió a decir que, para evitar fallas en el futuro, el GDF debe controlar el aeropuerto, ahora en manos del gobierno federal.

Desde luego, lo que Ebrard plantea ni es viable que ocurra ni solucionaría nada. Porque lo que se necesita es un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México, que en caso de construirse no quedaría ubicado en el Distrito Federal, sino en Hidalgo o en el Estado de México.

Vicente Fox lo intentó y no pudo. ¿Y Felipe Calderón? Ni siquiera se planteó hacer un nuevo aeropuerto. De hecho, en el sexenio de Calderón las grandes obras de infraestructura brillaron por su ausencia. Ahí está, por ejemplo, la famosa refinería que se iba a construir y que ni siquiera se ha empezado. Bueno, ni el monumento por el bicentenario estuvo terminado a tiempo.

Triste México tan mal gobernado.

viernes, 26 de agosto de 2011

Las culpas de Creel y Fox en el Casino Royale


Durante años, políticos, comerciantes y hoteleros, defendieron la idea de que en un país como México era necesario impulsar la instalación de casinos para fomentar el turismo.

La idea era falsa porque nuestro país tenía, y tiene, atractivos de sobra como para no necesitar de casinos para agradar a los visitantes.

Los turistas nos visitaban por nuestras bellas playas, ciudades coloniales, ruinas arqueológicas y hasta por la amplia oferta de entretenimiento de la Ciudad de México.

No había necesidad de casinos. No en nuestro país. En primer lugar, por lo ya mencionado: los atractivos reales de México son otros. En segundo, por la imposibilidad de competir con centros de juego tan poderosos como Las Vegas.

En el debate mucha gente sensata se opuso a los casinos argumentando que no iban a atraer turistas, porque estos iban a seguir prefiriendo acudir a Las Vegas o, los más refinados, a Montecarlo. Y que, lo único que iba a ocurrir, iba a ser que nuestros casinos se llenaran solo de mexicanos que se iban a envilecer y a caer en las redes de la mafia.

En el sexenio de Vicente Fox, el poder político no escuchó razones y trabajó para hacer posible que México se llenara de casinos.

Fue muy polémico, y tal vez irregular, que muchas de las concesiones para casinos las entregara el entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel, a Televisa.

Así, la televisora de Emilio Azcárraga se convirtió en competidora de los grandes operadores del juego en México, como Jorge Hank Rohn.

Otra empresa de entretenimiento, CIE-Ocesa, también entró al negocio, como lo hicieron “empresarios” independientes, que han resultado ser alfiles de la mafia.

El hecho es que, por obra y gracia de una mala decisión política, México se llenó de casinos. Y ocurrió lo previsto: no llegaron los turistas que se siguen jugando en Las Vegas, y en cambio han enfermado de ludopatía a cada día más mexicanos.

Ahora la mafia, en Monterrey, incendió un casino. Por alguna venganza, seguramente. Murieron más de 50 regiomontanos, se enlutó a México y como fue una noticia que dio la vuelta al mundo, segura estoy que muchos turistas que pensaban venir a México a pesar de la guerra contra el narco, ya han cancelado su viaje o pronto lo harán.

Así que los casinos, que iban a servir para atraer turistas, los han alejado. Y todavía uno de los responsables políticos principales, el panista Santiago Creel, se atreve a buscar la Presidencia de la República. Qué cinismo.

jueves, 28 de abril de 2011

El Primer Hazmerreír de la República

“El síndrome de notoriedad es la enfermedad psicológica más grave del ser humano en el siglo XXI. Para llamar la atención, la gente puede llegar a hacerse daño a sí misma, a sus amigos, a sus compañeros e incluso a su país y a su patria”, ha dicho, en una columna sobre restaurantes, el señor Rafael Ansón, presidente de la Sociedad Española de gastronomía. A don Rafael le faltó añadir que, con tal de hacerse notar, sobra la gente dispuesta a hacer el ridículo. Y esto es algo en lo que, sin lugar a dudas, los políticos mexicanos son expertos.

Es la explicación de que nuestros diputados y senadores acepten, lo han hecho ya al menos dos veces, participar como patiños en programas cómicos durante el Teletón. Me refiero el show “100 mexicanos dijieron” conducido por “El Vítor’”, Adrián Uribe. En noviembre del año pasado “El Vítor” se pitorreó de  los senadores Fernando Castro Trento (PRI), Francisco Arroyo Vieyra (PRI), Minerva Hernández (PAN), José González Morfín (PAN), Eugenio Govea (Convergencia), Carlos Navarrete (PRD), Manuel Velasco (PVEM)  y Arturo Escobar (PVEM), así como de los diputados Armando Ríos Pitter (PRD), Claudia Ruiz Massieu (PRI), Beatriz Paredes (PRI), Luis Videgaray (PRI), Josefina Vázquez Mota (PAN), Gabriela Cuevas (PAN) y Pablo Escudero (PVEM). Tan a gusto estuvieron haciendo el ridículo para el lucimiento de un comediante de no mucho talento, que hasta subieron a Twitter fotografías de la grabación del programa, como lo hizo Gabriela Cuevas.

Ejemplos de políticos decididos a hacer el ridículo para llamar la atención, sobran:

El secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, diciendo solo por provocar polémica que el mexicano puede, con un salario de 6 mil pesos mensuales, pagar la casa, el coche y la escuela privada de los niños.

El diputado “rebelde” Gerardo Fernández Noroña, especializado en sacar mantas ofensivas, al gritar, patalear y empujar en las sesiones legislativas con tal de que lo tomen en cuenta los medios de comunicación.

Por eso, un prestigiado académico y luchador social como Jaime Cárdenas, actual diputado federal,  viéndose muy mal le sigue el paso a Noroña cada vez que este decide hacer el ridículo.

Por eso Marcelo Ebrard Casaubón se fue a cocinar galletitas a un progama de Televisa, y por eso Ebrard le ha dado recientemente una entrevista a la revista Quién para dejar en claro que él no es un caballero ya que, según confesó, se divorció de Mariagna Prats porque esta le estorbaba en sus aspiraciones presidenciales.

Por eso los dueños y directivos de los grandes medios de comunicación mexicanos, actores políticos también, evidentemente, posan contentos para las cámaras cada vez que a Televisa se le ocurre unirlos para lo que sea, la última vez para comprometerse a más autocensura en Iniciativa México

Por eso el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, se emborracha en público, mienta madres y reta a golpes a quien se le pone enfrente.

Por eso Vicente Fox se besa con Martita Sahagún cada vez que ve llegar periodistas.

Por eso Felipe Calderón se puso una chamarra militar que le quedaba grande cuando declaró su guerra contra el narco.

Por eso Ernesto Zedillo, siendo presidente, le dijo a una pordiosera “no traigo cash”.

Esta lista podría continuar hasta el infinito. Si toco el tema es porque, sin lugar a dudas, a nuestros políticos sobre todo les da por hacer el ridículo, como un recurso para llamar la atención, durante las campañas electorales, y este año habrá comicios relevantes, como los del Estado de México, que serán la antesala de las presidenciales de 2012, en las que los próceres de la patria mostrarán que no hay límites cuando se trata de ser grotescos, extravagantes y risibles. Ya veremos que, más que competir por el cargo de presidente, ellos buscarán el título de Primer Hazmerreír de la República.

martes, 26 de abril de 2011

La boda real

Los cuentos de hadas a todas nos gustan. Pero, desgraciadamente, son muy pocas las que de verdad se encuentran con un príncipe, e inclusive estas –si Lady Di viviera no me dejaría mentir– en ocasiones se topan con la desagradable sorpresa de que el aristócrata con el que se casaron resultó ser un sapo que abandona a la bellísima doncella de la historia porque está enamorado de una rana. Y conste, en el Reino Unido esta es una historia de la vida real.

Los cuentos de hadas, así me parece, no suelen ser republicanos, al menos no recuerdo ninguna historia de este tipo en la que se enamoren una heroína de la democracia y un libertador. Lo normal en los cuentos de hadas es la monarquía. Blanca Nieves vino a encontrar la felicidad con un príncipe, no con un primer ministro perfectamente acotado por su parlamento o con un presidente bien controlado por su congreso. Blanca Nieves, en efecto, realizó su sueño con un monarca soberano de esos que no le rinden cuentas a nadie. Lo mismo La Cenicienta.

Supongo que eso es lo que explica el interés excesivo que está despertando el próximo matrimonio entre Kate Middleton y el príncipe William del Reino Unido.

Sí, el erario británico aportará una importante cantidad de recursos para esa boda, pero es la promoción más barata que la ciudad de Londres puede recibir. Un evento superior en promoción turística para esa metrópoli sería, tal vez, los Juegos Olímpicos, cuya próxima edición ahí se celebrará. Pero la inversión que el gobierno del Reino Unido está haciendo en las Olimpiadas es simple y sencillamente cuantiosísima. No creo que ni siquiera la final de la Liga de Campeones de Europa, que tendrá lugar también en Londres, vaya a provocar el mismo impacto que la boda real.

Hay que admitir que los ingleses han sabido sacarle jugo a su monarquía. Con sus escándalos, se entretienen. A su reina, la han convertido en un ícono. Se las arreglaron para tener a su propia Blanca Nieves en la persona de Lady Di. Pero, ingleses al fin, decidieron que su princesa no tuviera un final feliz. Faltaba más. Eso sí, liberales siempre, se las ingeniaron para que en su cuento de hadas la madrastra (Camila Parker Bowles) le robara el galán a La Cenicienta (Lady Di). Y para no quedar mal con tantos filósofos que los han elogiado, como Voltaire, los ingleses determinaron que su mayor príncipe, Carlos, sea un verdadero sapo. Y lo es horroroso en serio.

Han sido tan exitosos en la venta de su monarquía que la británica es la única casa real que juega en primera división. Todas las otras compiten en divisiones inferiores.

La monarquía en esa nación es un gran negocio. No sé si el sitio más visitado del Reino Unido sea el Palacio de Buckingham, pero segura estoy que es al que primero acuden todos los turistas que llegan a la majestuosa Londres.

La única monarquía que pudo haberle competido a la británica  como atractivo turístico es la francesa, que dio al mundo maravillosos personajes de tragedia como los Luises y, sobre todo, María Antonieta, aquella reina de película que cuando supo que los pobres no tenían pan pidió, tan generosa ella, que les dieran pasteles. Pero los franceses, por su terquedad republicana, no sólo descabezaron, al inventar la guillotina, a la inigualable María Antonieta y a su torpe marido Luis XVI, sino que, sin saberlo, aquellos revolucionarios heroicos privaron a su país de un atractivo fundamental en una industria floreciente dos siglos después: el turismo.

No es que no sean bellos los palacios en Francia, lo son desde luego y millones de personas los visitan. Pero dentro de los mismos ya no hay príncipes ni princesas. He ahí la gran diferencia. Porque lo que entusiasma de más a la gente, hoy en día, no son tanto las majestuosas edificaciones construidas en toda Europa en tiempos tan monárquicos como despóticos. Lo que en verdad llama la atención son esos seres humanos considerados príncipes y princesas, reyes y reinas, que habitan los palacios.

Es bonito visitar Versalles en Francia. El lugar es bellísimo, pero por ahí ya no camina la realeza. En los palacios británicos, en cambio, la gente desde la calle, verja de por medio, juega a ilusionarse esperando ver caminando por ahí a la reina o a los príncipes.

En uno de los países más liberales que existen, intachable en términos democráticos, la monarquía es un gran negocio, y sus ciudadanos lo aprovechan, así sea para vender a los embobados turistas una taza o una camiseta con el rostro de Kate.

En México, en nuestra democrática república… ¿de qué hablo? Democracia, lo que se llama democracia no hay entre nosotros, no la hemos consolidado y cada día damos pasos enormes hacia atrás, sobre todo porque el presidente al que le tocó encabezar la transición democrática, Vicente Fox, decidió sentirse rey y gastar su tiempo en organizar grandes festejos para halagar a su princesa, Martha Sahagún, en el Castillo de Chapultepec. Solo para eso sirvieron Vicente y Marta, para buscarse la sangre azul. Y así nos fue.

domingo, 3 de abril de 2011

Don Quijote a la reconquista de la democracia mexicana

Leo en el libro “Visiones del Quijote”, de Álvaro Armero, que un día Gabriel García Márquez le dijo a Bill Clinton: “Usted lo que tiene que hacer es leer el Quijote, que ahí están las soluciones a todo”. Cuánta verdad hay en esa expresión. Por cierto, Clinton, un paradigma de gobernante exitoso a pesar de sus desatinos sexuales, le contestó al novelista colombiano que ya había leído la obra cumbre de la literatura española. Quizá por eso, como administrador público, Bill Clinton lo hizo tan bien.

No es el único político exitoso que ha leído las aventuras de Don Quijote. En el libro que he mencionado, se cita a John J. Allen y Patricia S. Finch, quienes afirman que “el 17 de septiembre de 1787, el día que se adoptó la Constitución de Estados Unidos, George Washington anotó en su agenda que pagó a un librero de Filadelfia veintidós chelines con seis peniques por una traducción al inglés  de Don Quijote”.

Y si Clinton fue exitoso, creo que Washington lo fue un poco más. Esto me lleva a preguntarme si nuestros gobernantes recientes, Vicente Fox y Felipe Calderón, han leído a Miguel de Cervantes. Me respondo que no, no lo han leído. Pero si ellos no lo han hecho, tendremos que leer al Quijote nosotros, los ciudadanos, para encontrar en sus sueños una salida a nuestra crisis actual.

Escribió Fedor Dostoievksi que Don Quijote, “el hombre que puso en acción los sueños más locos, los más fantásticos, llega de pronto a la duda y a la perplejidad”. Ocurrió que ese hombre con ideas de otro mundo experimentó, un buen día, “la nostalgia de lo real”.

Sí, Don Quijote se sintió engañado por cierto absurdo que encontró en uno de esos libros de aventuras que leía, y se angustió pensando que si un libro lo había engañado, quizá todos los otros también le habían mentido.

¿Cómo podía Don Quijote volver a su verdad? Responde el novelista ruso: “Imaginando un absurdo mayor que el primero”.

Dostoievsky, basado en lo anterior, sugiere a sus propios lectores interrogarse a sí mismos para ver si no les ha ocurrido cien veces algo parecido a lo que angustió a Don Quijote: Si no han dudado al sentirse enamorados de una idea, de un proyecto o de una persona. Y si, para salir de la duda, esto es, para poder seguir enamorados, no han terminado por crearse una ilusión más engañosa que la primera.

Encuentro esas palabras perfectamente aplicables a México y a los mexicanos en la actual coyuntura histórica.

Después de mucho luchar contra los molinos de viento del autoritarismo, conquistamos en el año 2000, al fin, la democracia, el sueño del que millones estábamos enamorados. La conquistamos, sí, solo para sentirnos de inmediato perplejos porque, por los malos gobiernos que sustituyeron a los del PRI, pronto descubrimos que el sueño de la democracia era en realidad una pesadilla.

Hay desencanto democrático entre nosotros, sin lugar a dudas. Antes del año 2000 considerábamos a la democracia un sueño lindo pero irrealizable. Ahora al ideal democrático lo sentimos como un absurdo que nos ha engañado.

¿Cómo podemos dejar la duda que nos genera ahora la democracia, duda que nos ha llevado a organizar movimientos tan profundamente antidemocráticos como el preferir, en forma masiva, echar a perder el sufragio votando en blanco?

Solo hay una salida, la misma que encontró Don Quijote: crear una nueva ilusión que nos haga volver a ilusionarnos con la democracia hoy considerada, por muchos, simple y sencillamente una farsa.

¿A qué nueva ilusión podemos aferrarnos? Solo veo una:la de que siempre es posible volver a empezar. Es lo que deberemos hacer en 2012: comenzar de nuevo, es decir, reconstruir un sistema que está destruido.

No será fácil porque, es un hecho, las reconstrucciones son infinitamente más difíciles que las construcciones. Pero no hay de otra. Construimos en el año 2000 el edificio de nuestra democracia, solo para destruirlo a golpes de incompetencia y corrupción; pues bien, por complicado que resulte, hay que entrarle con fe a la reconstrucción pensando que es posible.

Decía yo el otro día en twitter que es más difícil reconquistar a una mujer que conquistarla, y agregué que , finalmente, las relaciones duraderas están hechas de una solo conquista y de numerosas reconquistas, ya que nada hay más inestable que el amor.

Nos costó trabajo conquistar nuestra democracia en el año 2000. Mucho trabajo, a pesar de que, antes de que el PRI saliera de Los Pinos todos los mexicanos consideráramos un sueño loco el sufragio efectivo. Es que, después de 70 años del mismo partido en el poder, solo los ilusos quijotes de la oposición mexicana creían posible vencer al priismo.

El caso es que a ese monstruo, el del priismo, se le derrotó. Pero pronto descubrimos que los nuevos gobiernos del PAN resultaron peores que los del PRI. El desencanto democrático alcanzó su punto máximo en las irregulares, por decir lo menos, elecciones de 2006, y a partir de entonces nuestro sistema democrático ha venido rodando cuesta abajo.

Ahora, en el proceso de reconquista de nuestra democrcia, debemos ilusionarnos de nuevo, volver a creer en la pareja que nos falló. Que nos digan locos, si quieren. Pero tenemos que volver a soñar con que el cambio es posible.

Leamos a Cervantes para entender que, en última instancia, como dijo Roger Garaudy, “no es Don Quijote el loco: es el mundo. El suyo. Y todavía más el nuestro”.