Jorge Fernández Menéndez,
importante periodista. Lo respeto por su trabajo de tantos años en El
Financiero, Milenio y, actualmente, Excélsior y el grupo radiofónico Imagen.
Hoy lunes he leído su columna en el diario propiedad de los Olegarios, Vázquez
Raña y Vázquez Aldir, dos empresarios prósperos dueños también de la cadena
hotelera Camino Real y de los hospitales Ángeles.
“En toda esta historia hay
demasiada suciedad y si se quiere recuperar la confianza, la verdad debe salir
a flote”, dice Jorge Fernández. Nada más cierto que eso. Frase que puede
referirse al estado generalizado en el que hoy todo el país vive.
Ha hablado el señor Fernández
Menéndez de la lucha política que hoy está librando la ciudad de
Monterrey, la batalla por la seguridad y el problema del estado que es la
corrupción. Tiene razón en su diagnóstico y en parte de sus conclusiones. Pero
el columnista de Excélsior falla en algo, y lo voy a decir aquí.
Fernández
Menéndez afirma que “el problema endémico en Monterrey y en buena parte del
estado de Nuevo León es la corrupción. Por corrupción se dejó vivir a las
familias de los principales cárteles en el pasado; por corrupción se dejó
entrar a Los Zetas a operar en la ciudad; por corrupción, buena parte de
las corporaciones policiales locales terminaron trabajando para los criminales;
por corrupción, la ciudad está invadida de casinos y giros negros. La Monterrey
de don Eugenio Garza Sada y de tantos hombres y mujeres de bien, que
construyeron su capital y el bienestar de la región con su trabajo y esfuerzo,
ha terminado ensombrecida por políticos de todo nivel y pillos de primera,
segunda y tercera categoría, que terminaron aliándose con grupos criminales de
todo tipo, amparados precisamente en la prosperidad de la ciudad y lucrando con
ella.”
Hasta ahí, el diagnóstico de
Fernández Menéndez es impecable y sus conclusiones valiosas. Pero estas
últimas, en mi opinión se quedan cortas, están inacabadas, incompletas. No
llega el columnista al fondo del problema. Lo cito de nuevo, dice en su columna
que lo más destacado “fue el
énfasis que puso el presidente Calderón en el tema Monterrey, su
insistencia en la corrupción que sufren la ciudad y el estado y lo terminante
que fue en su compromiso para acabar con las mafias, pero también con la corrupción
cuando se dé en cualquiera de los niveles de gobierno.”
Se requieren
reformas estructurales, sí. Pero creo que don Jorge utiliza las ideas que ya
han sido agotadas para muchos de nosotros, la mayoría cansados de tanta
violencia a la que estamos sujetos. Las propuestas de Felipe Calderón son,
indudablemente, por un lado insuficientes y que, por otra parte, se han
diseñado con el único propósito de fortalecer un sistema político, el dominado
por el PRI y el PAN, fundado en la corrupción, la hija mayor del autoritarismo
y del fraude electoral.
Si no se
revuelve lo básico, que en nuestro caso es la democracia, no se eliminarán los
grandes problemas. Sufragio efectivo es lo que se necesita, antes que cualquier
otra cosa, para acabar con la corrupción, que es la fuente principal de la
pobreza de millones y, al mismo tiempo, de la riqueza insultante de unos
cuantos que han hecho sus fortunas no por emprendedores o por su talento, sino
por operar protegidos por el gobierno en mercados sin competencia y en complicidad
con el poder político, como es el caso del “quesogate”.
Jorge
Fernández Menéndez siempre ha negado el fraude electoral de 2006. Un periodista
tan importante e inteligente que no ha querido abrir los ojos. Recuerdo al Papa
Urbano VIII en la época de Galileo. Negó el pontífice el movimiento de la
tierra alrededor del sol y condenó al científico. Bueno, 350 años después de la
muerte de Galileo, 1992, otro papa, Juan Pablo II, rehabilitó al creador de la
ciencia moderna. Aunque tarde, la iglesia abrió los ojos. Institución
milenaria, le dio igual hacerlo con tres siglos y medio de retraso. Ojalá
Fernández Menéndez, cuya vida, como la de cualquier ser humano, será tan breve,
los abra a tiempo de contribuir, ahora sí, al cambio verdadero en México que, naturalmente,
no pasa por los políticos del PRI y del PAN que ese y muchos otros columnistas
dan con frecuencia la impresión de venerar.