Ha dicho ahora la líder del sindicato de maestros, Elba Esther Gordillo, que en 2006 apoyó la candidatura de Felipe Calderón Hinojosa a cambio de un arreglo político que incluyó cargos y posiciones diversas en el gobierno federal.
Eso no es nuevo, claro que no. Ya lo había denunciado, desde los tiempos del plantón de Reforma, Andrés Manuel López Obrador. Pero si hoy es noticia relevante en todas partes se debe a que la propia Elba Esther lo ha confesado.
Debido a ese acuerdo, dijo la maestra Gordillo, Roberto Campa ingresó al Sistema Nacional de Seguridad Pública, Francisco Yáñez a la Lotería Nacional y Miguel Ángel Yunes al ISSSTE.
Elba Esther añadió:
“Mea culpa, mea culpa. Vino la sucesión y llegamos al acuerdo de ir con el Presidente Calderón por la Presidencia de la República, previos arreglos de orden político que no deben avergonzar a nadie, a mí no me avergüenzan, yo hago política. Pero no eran para satisfacer mis ambiciones personales, ni de mi gremio, sino para que aquellos que trabajaban en Nueva Alianza tuvieran un espacio político y pudieran seguirse desarrollando, y esto es legítimo”.
Ahora, todo el mundo lo sabe, la maestra Elba Esther Gordillo apoya al priista Enrique Peña Nieto, lo que seguramente tampoco le avergüenza.
¿Qué le dará Peña Nieto a Elba Esther en caso de que el actual gobernador del Estado de México llegue a la presidencia de México? Como mínimo, los mismos cargos que le dio Calderón.
No voy a criticar los métodos de la maestra. Solo diré que, en lo personal, me parecen excesivamente pragmáticos, escasamente basados en la ética política y de ninguna manera recomendables si lo que se quiere es cambiar al sistema político mexicano que, en mi opinión, ya no funciona.
Lo que diré es que, en el ejercicio de la política, lo que prefiero es otra cosa: una conducta más basada en principios y menos en intereses, más orientada a la moral que a los cargos públicos, más idealista que enfocada a las ganancias electorales de corto plazo.
Elba Esther Gordillo ha sido, sin lugar a dudas, la mujer más poderosa en México en los últimos años. De esto no puede haber la menor duda. Su poder, gigantesco, lo fundamenta en su capacidad para ganar elecciones con su ejército de maestros bien adiestrados en materia comicial. Pero lo que ella no ha sido, claro que no, es una mujer idealista. Por lo mismo, no ha sido la más admirable.